lunes, 4 de agosto de 2008

¿Por qué en defensa de la humanidad? Francois Houtart

La red En Defensa de la Humanidad ha tenido su primera iniciativa en México, en octubre 2003. El gran inspirador de ese encuentro fue Pablo González Casanova, antiguo rector de la Universidad Nacional Autónoma de México. Se planteó la importancia de defender hoy día no sólo ciertos derechos particulares, sino la humanidad misma y su posibilidad de existir en el futuro.
Eso nos lleva a reflexionar sobre el papel de los intelectuales, en un sentido amplio. Podemos afirmar desde el principio que si los intelectuales no están comprometidos, no tendrán credibilidad; por lo que si no son críticos, no serán útiles.
Comprometerse en la defensa de la humanidad con todos los que luchan en cada nivel de la realidad social, es la primera exigencia. Se debe realizar con gran humildad frente a los que dan su vida en resistencias cotidianas y luchas crueles. Pero tampoco se debe tener miedo a la teoría. Para evitar que los "logros", como decía Rosa Luxemburgo, se transformen en lo contrario de la emancipación, el papel del pensamiento crítico es fundamental.
Los intelectuales son actores críticos, no como instancias olímpicas, sino como actores conscientes de los mecanismos sociales, económicos y políticos, del carácter dialéctico de la realidad y del peso que significa el poder. Recordando siempre la utopía sin menospreciar los pequeños pasos, como lo decía Lelio Baso, en la orientación práctica del trabajo intelectual.
Al participar en la tarea ética de recordar los fines, los intelectuales tienen que intervenir en la defensa y la continuidad de la vida humana, hoy día destruida por la lógica misma del capitalismo. En la realización de estas tareas no podemos perder el sentido de la urgencia. Pablo González Casanova decía hace poco en México: "estamos al borde del caos; no podemos perder tiempo". El tiene razón y podemos ilustrar este propósito con dos reflexiones.
La crisis de acumulación del capitalismo, que fue al origen de la fase neoliberal de su desarrollo, nos lleva hoy a la "guerra permanente y preventiva". Se trata de un concepto teórico muy sutil y peligroso. Sus consecuencias jurídicas, por ejemplo, significan el abandono del habeas corpus y la aceptación de la tortura, como se votó hace poco tiempo en el Congreso de Estados Unidos. Se legitima también la existencia de cárceles secretas y finalmente el rechazo de los derechos fundamentales. Se trata de la consagración de la deshumanización. Sin embargo, la aplicación práctica va mucho más allá. Lo vemos en las guerras de Afganistán, Irak y Líbano; en las guerras de Africa central; en la extensión de las bases militares estadunidenses y la ayuda armada a ciertos gobiernos represivos, como el de Colombia; en las amenazas contra Cuba, Venezuela, Irán y Corea del Norte. El concepto de guerra permanente no es fruto del azar sino de una lógica perfectamente clara.
La segunda reflexión es sobre el carácter destructivo del capitalismo, que hoy día, como dice Samir Amin, sobrepasa considerablemente su carácter constructivo. Asistimos a la destrucción de la naturaleza y hasta el clima mismo; a la destrucción del trabajo y la exacerbación del valor de cambio, introduciendo todas la relaciones humanas colectivas en la mercantilización; a la destrucción del sector público y del estado de bienestar; a la agresión a las culturas; finalmente a la destrucción de la vida, base de la ética de todos los comportamientos, tanto individuales como sociales.
Hemos llegado por primera vez en la historia humana a una situación tal, para utilizar el vocabulario de Edgar Morín, que se está destruyendo la posibilidad misma de la reproducción y de la reorganización de la vida. Existe aún una posibilidad real de detener la evolución de lo viviente. Frente a esta situación se oye la queja de la naturaleza y el grito de los oprimidos que los intelectuales deben alimentar de esperanza. Frente a la muerte siempre existe la renovación de la vida. Sólo un esfuerzo conjunto de la práctica de la teoría permitirá oponerse a esta obra perversa y construir otra realidad. Las perspectivas son a largo plazo (la utopía a construir), a mediano plazo, pero también a corto plazo, es decir para responder a las necesidades inmediatas de los que mueren y sufren, no mañana, sino hoy.
Podemos concluir que la defensa de la humanidad no es un concepto vacío, sino un compromiso vital para todos nosotros.
(Fragmentos)
La jornada 21 de junio de 2006

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